Imagina que te encuentras con una persona y en cuestión de minutos ya comienzas a cansarte, porque desde que se saludaron no hace más nada que quejarse de todo. ¿Te ha pasado, o en algún momento o has sido esa persona “quejica”?
Yo te lo confieso, he estado en las dos partes de manera extrema, hasta que poco a poco he encontrado el equilibrio.
Claro, no creas que siempre estoy en ese equilibrio, a veces me voy por un lado o por el otro. Pero logro hacerlo consciente, que es una de los objetivos de lo que hablaremos hoy: la queja.

Como te digo con muchos otros temas, no quiero etiquetar las quejas como buenas o malas. Si nos ponemos analizar, han sido las quejas las que e parte, nos han ayudado a avanzar en toda nuestra historia. Esas quejas constantes han tenido una finalidad, el cambio que se buscaba.
Sin embargo, las del día a día, nos pueden ayudar a descargar emociones, pero si nos quedamos sumergidos/as en ellas al final nos quedamos en ello, no nos ayudan a surgir.
Podemos quejarnos de diferentes entornos de nuestra vida, del país, del vecino, de las diferentes noticias que escuchamos…los tópicos pueden ser infinitos y sin darnos cuenta los hacemos un hábito ¿Pero cuantos de ellos ameritan realmente nuestra atención o dedicación? ¿Y cuántos de ellos podemos resolver realmente?
En cuanto a las consecuencias, según investigaciones de varios neurocientíficos, durante la queja constante, el cerebro libera hormonas como noradrenalina, cortisol y adrenalina que terminan por alterar el funcionamiento normal de este órgano.

Para evitar este tipo de resultados te ofrezco esta 5 soluciones para ponerlas en práctica:
- Identifica si te quejas y para qué. Para esto evalúa tu tono, postura y emoción.
- Cambia la queja por expresar las emociones: esto quiere decir que te responsabilices de tus emociones con la situación. Esto te ayuda a tomar decisiones más objetivas y no victimistas.
- Como te dije, la energía que generamos al quejarnos no es positiva para nosotros, por eso, por cada queja que hagas, agradece al menos dos cosas que valores. Comenzarás a cambiar el enfoque.
- Aceptar que las cosas no siempre podrán ser como quisiéramos que fuera y que, como en tantas cosas, no tenemos el control.
- Desintoxícate de las queja disfuncionales: Aléjate en la medida de lo posible de personas con esta condición, o por lo menos haz consciente la relación.

Las quejas pueden ayudarte si buscas un cambio o simplemente para descargar tu malestar ante algo en concreto, su final sano es aceptar la situación o lograr el cambio. Anclarnos en ella no hace sino perjudicarnos permanentemente. Por eso, será mejor hacer algunos cambios en nuestra conducta para darle, incluso, bienestar a nuestro propio cerebro.